Comer en exceso: Estado de ánimo condicionado
La importancia del papel del estado anímico sobre la forma de alimentarse y sobre el comer en exceso ha sido algo ampliamente investigado, cuestión que a algunos autores han llevado a proponer la existencia del término alimentación emocional. Con ello nos estamos refiriendo a aquellos comportamientos alimentarios que están motivados más por un estado de ánimo que por una necesidad biológica (Parker, Parker y Brotchie, 2006).
Solemos asociar fácilmente nuestros estados de ánimo negativos, como el estrés, la tristeza, la rabia o frustración a “alimentos basura” o comer en exceso. Es decir, si nos dejamos llevar por tales sentimientos no es raro que descuidemos nuestra alimentación.
En nuestra clínica es frecuente que pacientes que acuden por problemas de depresión o ansiedad reconozcan como síntomas frecuentes el aumento de la ingesta de alimentos, picar frecuentemente entre horas, sentir la necesidad de comer dulce, y también comer más rápido.
Cuando comemos según nos sentimos estamos reforzando que ese determinado estado de ánimo siga ahí, e incluso aumente. Es decir, entramos en un círculo vicioso donde comer de más hace que uno se sienta mal, provocando un incremento del sentimiento negativo, lo cual produce de nuevo más necesidad o deseo de seguir comiendo. Una de las teorías psicológicas que nos da explicación a este fenómeno es la que se refiere a la existencia de carencias emocionales que producen un significativo malestar en la persona, tanto a nivel emocional como cognitivo, que intenta hacer que dicho malestar desaparezca a través de la ingesta de alimentos o de comer en exceso.
En una ocasión, una paciente con ansiedad generalizada me dijo en consulta cuando revisábamos sus hábitos alimenticios que, ya que acudía a terapia psicológica para sentirse mejor, por qué tenía que renunciar al” único momento feliz del día” que era durante la comida y la cena donde se permitía comer aquello que más le gustaba (pizza, hamburguesas, patatas fritas y bollería industrial). Había encontrado una fuente de gratificación que minimizaba su malestar a corto plazo, es decir, durante la ingesta, ya que inmediatamente después aparecía un gran sentimiento de malestar que se sumaba al estado emocional negativo de la paciente. Por tanto, los alimentos no tienen esa función de aliviar el malestar que nos producen los problemas, los conflictos o situaciones difíciles por las que pasa cada uno, y sí podemos decir que lo ocurre es todo lo contrario.
En el caso de esta paciente, se había instaurado una respuesta inadecuada para hacer frente a su ansiedad haciendo que esta aumentara, además de sumarse otros problemas asociados al aumento de ingesta de comida basura y a comer en exceso como fueron el incremento de peso y abandono de actividades saludables, que contribuían a su vez, a perpetuar su baja autoestima.
En este caso estaríamos ante un problema susceptible de ser tratado psicológicamente encaminado a una normalización de la conducta alimentaria con algunas pautas como las siguientes:
- Modificación del estado de ánimo
- Estructurar las comidas para evitar una alimentación descontrolada
- Identificar y poner en práctica conductas alternativas a la comida ante los estados de ánimo negativos
- Solución de problemas
Artículo de Marta Bermejo Victoriano (Psicóloga de Psicomaster)
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