¿Qué es el apego?
En múltiples ocasiones escuchamos hablar de esta palabra, la utilizamos en diversos contextos y para un gran número de circunstancias. Pero no es de extrañar que se use de un modo inadecuado. Es por ello que escribo este artículo, para aclarar este término y determinar la importancia que tiene en muchos de nuestros problemas.
Venimos al mundo preparados para conectar, para relacionarnos con los demás. Estamos programados para necesitar cuidado, seguridad y protección, aunque no queramos necesitar a los demás, no podemos evitarlo porque es instintivo. El apego es, por tanto, un mecanismo de supervivencia de la especie. Algunos autores explican que es como nuestro sistema inmunológico psicológico, ¿qué pasaría si no tuviésemos un sistema inmunológico que funcionara adecuadamente?: nuestro organismo no podría defenderse de enfermedades y moriríamos. Pues bien, el apego no es algo tan diferente, si no disponemos de un sistema seguro y adecuado, también morimos pero por dentro.
Nacemos con unas necesidades porque nos vinculan con los demás y es adaptativo para la continuidad de la especie. El apego es el vínculo emocional que desarrolla el niño de forma innata con sus cuidadores o figuras de apego que le proporciona seguridad emocional y es indispensable para un buen desarrollo de la personalidad.
Las emociones son la expresión directa de la biorregulación y el apego es el regulador de la emoción. El concepto de apego describe la dinámica de relaciones entre humanos. El término se usó inicialmente para describir las interacciones entre el niño y su cuidador.
En otro artículo que próximamente redactaré, tendremos la oportunidad de describir los diferentes estilos de apego que existen y son tan determinantes para nuestro funcionamiento. El pionero fue Bowlby seguido por Ainsworth quien describe los subtipos de apego seguro, inseguro evitativo e inseguro ansioso de la conducta del individuo.
Según el tipo de apego seguro o inseguro que establecemos con nuestros padres generamos distintas formas de relacionarnos con los demás y con nosotros mismos. Es por ello que se sabe que los patrones de apego de la infancia se reproducen en la vida adulta.
El vínculo seguro favorece el desarrollo de una mayor capacidad de afrontamiento al entorno, recursos para manejar situaciones de estrés y utilizar estrategias de resolución de conflicto flexibles y sobre todo, capacidad de autorregulación emocional, sin embargo, el apego inseguro genera dificultades en la relación afectiva. Las personas seguras tienen mayor capacidad de dar y ofrecer en las relaciones.
¿Cómo se crea un vínculo seguro?
Percibiendo y cubriendo las necesidades afectivas y de contacto físico. Para ello, nuestros padres o cuidadores han tenido que estar lo suficientemente disponibles para nosotros. Habrán sido un espejo regulador, un termostato. Aquí me refiero a la capacidad de respuesta que tuvieron cuando éramos niños para cubrir nuestras necesidades, no solo físicas sino también emocionales.
Gracias a esto podemos hacernos una representación mental interna de lo que es la calma, la seguridad, es decir, crear dentro de nosotros una base segura, como lo han denominado diversos autores.
¿Cómo pueden nuestros padres constituir esa base segura?
Siendo un espejo sano para nosotros, transmitiendo que sienten lo que nosotros sentimos, respondiendo ante nuestras necesidades, enseñándonos a cuidarnos, teniendo paciencia, estableciendo límites firmes, ofreciendo así protección y cuidado. En definitiva, estando lo suficientemente disponibles, pudiendo cubrir todas mis necesidades y regulando mis emociones. Mirándome con amor.
¿Puedo transformar mi estilo de apego inseguro en un estilo seguro?
La respuesta es sí. La terapia EMDR es muy útil para estos fines. En ocasiones se necesita hacer un trabajo para reparar, ya que con un apego inseguro se destruye parte del sistema que regula la seguridad. Reaccionaremos excesivamente ante los estímulos que nos recuerdan los acontecimientos que fueron para nosotros traumáticos. No confiaremos en que nuestra base segura nos proteja y no reaccionaremos de ningún modo ante la amenaza.
Se trata de que cuando yo soy adulto pueda ser mi propio termostato y poder autoregular mis emociones. Saber cuidar de mí, siendo protector, cariñoso, receptivo, sabiendo poner mis propios límites. Estos son los recursos que necesito para tener una base segura de apego y poder sentirme bien para funcionar en mi día a día, de un modo adecuado y sin sufrimiento.
Me atrevo a decir que la raíz de muchos trastornos psicológicos, tiene que ver con un trastorno de apego o vinculación y se manifiesta como un trastorno de regulación propia y/o en la relación con el otro. Cuando el sistemas de apego está dañado, con una base “insegura” es la causa de distintos trastornos que sufrimos y no sabemos ponerles nombre.
Artículo de Rocío Pescador García (Psicologos Madrid de Psicomaster)
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