Hace muy poco celebramos los carnavales y con ello el entusiasmo de poder ser otro durante unas horas. Los colegios, las calles llenas de adultos y niños, desinhibidos por el hecho de no ser los responsables de sus actos mientras dura el disfraz. No es lo mismo cantar una canción en plena calle siendo yo mismo que siendo Spiderman. En todo caso… pasará vergüenza Spiderman, no yo.
Para los niños es diferente, por suerte, no tiene que ser Carnaval para que puedan disfrazarse. Ellos lo hacen a menudo. Les suele encantar. De hecho, será muy recomendable que en todas las casas en las que haya niños se tenga una caja o baúl con disfraces, sombreros, telas, objetos y pinturas de cara a que los pequeños puedan dejar volar su imaginación disfrazándose a su gusto. Este juego simbólico ayudará en su desarrollo.
El hecho de que se disfracen será muy beneficioso, ya que además de ser una fuente de diversión, favorecerá el desarrollo del niño en muchos aspectos psicológicos. Disfrazándose el niño desarrollará habilidades y aprenderá y desarrollará estrategias que le ayudaran el resto de su vida.
Los niños desarrollan así sus preferencias y gustos ya que a cada uno le gustará disfrazarse de un personaje diferente. Mientras a Miguel le gusta disfrazarse de Tortuga Ninja a Daniel le gusta de tigre a María de Hada y a Jesús de médico (profesión de su papá). Todos deberíamos ser capaces de expresar nuestros gustos y respetar nuestras preferencias.
De los 3 a los 6 años los niños viven en continua interacción de fantasía y realidad, el juego simbólico del disfraz permitirá vivir esta faceta a la perfección.
Les invita a realizar actividades que, de no estar disfrazados, seguramente no llevarían a cabo. Como hacer que vuelan siendo Superman, o saltar siendo un conejo. Cuando los niños se disfrazan llevan a cabo juego simbólico favoreciendo así su capacidad para imaginar, refuerzan su aprendizaje por modelado cuando, por ejemplo, imitan a sus padres y son capaces de expresar sentimientos, desarrollar su empatía poniéndose en el lugar de otros y ofrecernos su propia imagen de la realidad y la de los adultos que les rodean. No solo expresan gustos, disfrazándose también mostrarán obsesiones, preocupaciones, intereses y problemas, en definitiva sentimientos. Fortalecen su lenguaje, sus habilidades sociales y su capacidad para solucionar problemas. Lo que podría ser una exposición al ridículo, favorecerá sin duda, la seguridad en sí mismo, hecho que beneficiará su autoestima.
Así pues el juego simbólico que se lleva a cabo al disfrazarse fortalecerá el desarrollo emocional y cognitivo del niño y le ayudará a liberar tensiones convirtiéndose en un juego muy saludable y beneficioso para los niños.
¿Qué sucede cuando a un niño no le gusta el juego simbólico de disfrazarse?
Hay que respetarle y nunca obligarle. Hay niños que se sienten incómodos. Deben aprender que sólo es un juego y que disfrazarse no conlleva perder su identidad. A algunos niños les asusta cierto tipo de disfraces o simplemente lo desconocido. A otros les da vergüenza por timidez. Sin obligarles ni recriminarles, si esta actitud o comportamiento persiste puede ser la señal de algo que pueda estar condicionando su desarrollo con lo que consultar con un especialista será, sin duda, muy beneficioso.
Artículo de Marta Camacho Calvo (Psicóloga de Psicomaster)
Marta Camacho Calvo
Experta en EMDR Nivel I y Nivel II por la Asociación EMDR Europa
Experto en Mediación Familiar por la UNED
Miembro de la Asociación EMDR-Europa