En el día a día en nuestras relaciones con los demás surgen conflictos, desacuerdos, a veces incluso malentendidos, que nos llevan a enfadarnos o a sentir ira y rabia hacia otras personas. Hasta aquí podemos decir que es condición natural del ser humano, asumimos que en el contexto de todas las relaciones pueden surgir conflictos. Sin embargo, no todas las personas los resuelven del mismo modo.
A veces estos problemas surgen por cosas pequeñas, porque sentimos que no nos han tenido en cuenta, que se han olvidado de nosotros, o porque la otra persona no fue consciente de hacernos daño. Por ejemplo, un compañero de trabajo que no me informa de algo importante, mi pareja vuelve más tarde a casa y olvida avisarme, o mi hijo me hace esperar media hora cuando voy a recogerle. Otras veces en cambio, puede ocurrir que una persona a la que queremos y en la que confiamos nos hace daño siendo consciente de ello. Como ejemplo puede ser una infidelidad en la pareja, una mentira de un hijo o de una amiga, etc. Probablemente estas últimas situaciones sean las que más difícilmente consigamos resolver, sobre todo en lo que respecta a nosotros mismos y a nuestros sentimientos, porque nos cuesta manejar la decepción, la falta de confianza, o incluso la traición.
Hay personas que, ante estas dificultades se sienten invadidas por el rencor y otros sentimientos negativos que pueden llegar a paralizar sus vidas. Estos sentimientos en un principio pueden tener un sentido, porque representan un modo de defensa ante el daño que nos han hecho. El problema viene cuando ese rencor, esa ira, se convierte en el centro de nuestras vidas, incluso pasado el tiempo del suceso. Puede ser porque el daño que nos han hecho es muy grande, o bien porque no hemos sabido salir de él. Y a veces es difícil conseguirlo, pero tenemos que tener claro que ese rencor tiene muchos efectos negativos, ante todo sobre quien lo siente, sobre su salud. De ahí la importancia de aprender a perdonar, porque es la herramienta que nos ayudará a desbloquearnos y a salir de esas emociones negativas.
Las personas que han vivido situaciones muy traumáticas, como accidentes, atentados, grandes catástrofes, son las que más nos pueden enseñar en cuanto al aprendizaje ante la adversidad, y también sobre el perdón como fortaleza. Suele decirse que las dificultades que nos encontramos en la vida son las que más enseñanza nos traen, sobre todo si somos capaces de extraerlas. Como consecuencia de estas situaciones difíciles que vivimos podemos llegar a descubrir nuestras fortalezas, porque nos colocan en situaciones en las que no nos queda más remedio que ser fuertes si queremos continuar nuestra vida. Una situación de estas características supone un parón en nuestra vida, un punto y aparte. Pero está en nuestra mano decidir lo que queremos hacer a partir de ahora.
Ante una situación extrema podemos enfocarnos en buscar la mejor respuesta que nos ayude a salir adelante, en continuar con nuestras vidas y lograr lo que nos proponíamos antes del acontecimiento; o podemos elegir vivir continuamente en la ira, en la rabia, dejarnos llevar por ellas y de esta manera no desligarnos de quien nos ha hecho daño. Porque esta última opción a lo que nos lleva es precisamente a eso, a quedarnos atados a la otra persona a través de esas emociones negativas.
En cambio, perdonar a quien nos hace daño resulta liberador, sobre todo para uno mismo. Es una forma de romper ese hilo que nos une al otro. Aprender a perdonar es algo que debemos trabajar por nosotros mismos, para poder enfocar nuestra vida en la propia felicidad, en seguir adelante y poder disfrutar a pesar de haber vivido situaciones difíciles. Perdonar produce una sensación de alivio, de reducción del estrés, que mejora la calidad de vida.
Autora Drissa Elma Délkader
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