La primera impresión es aquello que se forma en los primeros segundos de conocer a alguien, se define como la atribución rápida e inconsciente de rasgos estables de la personalidad basándose en pequeños elementos, por tanto es un juicio rápido que puede determinar la opinión que se tenga de nosotros en un breve espacio de tiempo. Por ello le damos importancia al momento de conocer gente nueva, sobre todo en la gente más joven, y más aún en los jóvenes, en la etapa de la adolescencia se da mayor importancia al éxito social. No es algo malo intentar mostrar la mejor parte de uno mismo para causar una buena impresión, este aspecto es bien distinto de la preocupación excesiva por agradar a los demás o del miedo al rechazo, ya que querer causar buena impresión en los demás no va acompañado de malestar o ansiedad por temer la evaluación de los otros, mientras que la preocupación excesiva o los miedos sí.
La primera impresión es un efecto inconsciente que no podemos evitar pero sí podemos mejorar.
Sin miedo al rechazo: Recomendaciones para mejorar la primera impresión que damos
Algunas recomendaciones que pueden ayudarnos en estos momentos tienen que ver con el control de los pensamientos negativos del tipo “tengo que caer bien”, “qué pensarán de mi aspecto físico”, “espero que hablen bien de mí”, etc., pensamientos que implican miedo al rechazo y generan cierta tensión y nerviosismo, que a su vez hacen que nos comportemos de forma poco natural. Estos pensamientos suelen aprenderse con el tiempo pero podemos aprender a modificarlos voluntariamente y sustituirlos por otros que nos ayuden a manejar estas situaciones sociales, como por ejemplo, “voy a estar tranquilo/a y pasarlo bien”, “es muy probable que les caiga bien”, “mostraré mi interés por conocerles”, etc.
Aquí es importante también resaltar el papel de la conducta no verbal, sobre todo la referida a las primeras pistas visuales que los demás van a ver, es decir, rostro y expresión facial sobre todo, y la postura corporal. Nuestros gestos indicarán interés y acercamiento a los demás, una buena sonrisa también nos ayudará a causar una buena impresión. Importancia tiene también acompañar nuestra expresión facial acorde a lo que estamos hablando, mirar a los ojos a cada persona cuando nos está hablando o cuando es nuestro turno para hablar, y transmitir así una actitud positiva hacia la interacción. En cuanto a la postura corporal, también da mucha información de nuestro estado de ánimo, de si estamos nerviosos o no, por ello es importante mantener una postura relajada a la vez que inclinada hacia delante, cambiándola si cambia el tema de conversación o dar mayor énfasis a lo que estemos diciendo, etc.
Y, aunque en situaciones donde vamos a conocer a gente nueva es normal sentirnos en cierta medida observados y evaluados, incluso un poco nerviosos, podemos controlar esas emociones tomándonos unos minutos para respirar hondo, relajarnos y mandarnos mensajes de confianza como por ejemplo: “lo voy a hacer bien”, “en otras ocasiones me ha ido bien”, etc.
En cuanto a los temas de conversación a utilizar es importante dar a conocer los aspectos positivos de uno mismo, no es conveniente hablar de defectos o lo que hacemos mal, hacer preguntas para conocer a los demás, del tipo ocupaciones, hobbies o gustos, etc. Y también podemos compartir los nuestros.
Para manejar todo esto lo mejor es “ser uno mismo”, de la forma más natural posible, que nos guste dar una buena impresión no significa que forcemos nuestro comportamiento ya que eso se nota, pues tendemos a exagerar, por ejemplo reírnos demasiado, gesticular mucho, tener una postura más rígida, etc. Aceptarnos como somos, estar satisfechos con nosotros mismos y disminuir el miedo al rechazo es necesario para que podamos transmitir una buena impresión a los demás, para que no nos cueste esfuerzo ni sea un problema en la interacción social.
Artículo de Marta Bermejo Victoriano
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