Agorafobia: El pánico del miedo al miedo
A menudo, nos encontramos en consulta a personas que afirman que sienten una serie de sensaciones, cómo mareos, taquicardia, sensación de ahogo, notan sensaciones de despersonalización o desrealización, sensación de pérdida del control de sus esfínteres, ganas de vomitar, etc.. Les sucede en situaciones en las que es difícil escapar o piensan que no van a contar con ayuda, en caso de tener una crisis de ansiedad o ataque de pánico y evitan estas situaciones y lugares.
Este tipo de problemas se etiquetan como problemas de agorafobia y se incluye en los trastornos de ansiedad. Actualmente, representa una de las principales causas por las que una persona pide ayuda al psicólogo en casos de fobia (50-60 %), la agorafobia es más frecuente en mujeres que en hombres (proporción 3 a 1), según los últimos datos (Bados, 2006-2009).
Pero, ¿qué es realmente la agorafobia? ¿tiene solución?
Vamos a ver un ejemplo y como podríamos intervenir para solucionarlo.
La agorafobia de Juan
Imagina que a nuestra consulta acude Juan porque hace tiempo que cada vez que sale de casa tiene que hacerlo con su pareja porque sino se pone muy nervioso y lo pasa muy mal. Además, según nos cuenta ya no viaja en metro y cuando tiene que ir a hacer la compra a grandes superficies se agobia mucho y siente un intenso malestar, por lo que ha dejado de hacerlo.
Nos describe que recuerda de forma muy precisa que todo comenzó un día lluvioso en el que entró en el metro a primera hora de la mañana. Por aquella época estaba pasando por una racha en la que en el trabajo estaba muy estresado debido a la presión que ejercían sobre él. Juan se define a si mismo como autoexigente y controlador. Además, a diario salía tarde por quedarse a terminar tareas pendientes, lo cual le hacía estresarse aún más, para poder terminar todas sus tareas y desde primera hora del día comenzaba anticipando con gran pesar, el día que le esperaba.
Estando en un vagón lleno de gente, empezó a notar que se le aceleraba el corazón y se puso muy nervioso. De repente notó que algo no iba bien en su cuerpo. El trayecto se le hizo eterno y sentía como a medida que se fijaba en sus pulso, éste se le aceleraba más, y empezó a tener pensamientos negativos relacionados con lo que le estaba ocurriendo, lo cual no hacía, sino aumentar su miedo ante la percepción de que le estuviera ocurriendo algo terrible.
Sin haber llegado a la estación en la que siempre se bajaba, decidió salir varias paradas antes y a toda prisa, dado que sentía que algo extraño le estaba ocurriendo: su respiración se aceleraba, notaba una intensa sensación de mareo, y desrealización y las palpitaciones iban a más. En cuanto salió del metro, Juan notó una gran sensación de calma y sosiego, sintiendo cómo su pulso, su respiración y los pensamientos que instantes antes le aterraban volvían a la normalidad. De repente, se encontraba bien, sin motivo aparente.
Este episodio, su primer episodio con una crisis de ansiedad, condicionará su temor en las siguientes ocasiones en las que note algo en su cuerpo. El que las condiciones vitales fueran las descritas, favoreció, que se diera el ataque de ansiedad, así como sus rasgos de elevada autoexigencia y perfeccionismo. Aquí comienza Juan a sufrir su agorafobia.
Lo primero que hizo Juan fue ir al médico a que le explicasen qué había podido ocurrirle y que le hiciesen todas las pruebas necesarias. Le dieron un ansiolítico y le explicaron que acababa de tener una crisis de ansiedad, dado que no encontraron causa orgánica a su problema.
Dos días después, intentó entrar en el metro y justo al tratar de bajar las escaleras, una intensa sensación de malestar volvió a invadir su cuerpo. De nuevo los pensamientos negativos acerca de lo que le podría ocurrir comenzaron a invadirle y a hacer que todavía aumentara más si cabe, su sensación de malestar.
Juan, optó por no entrar, prefiriendo ir caminando al trabajo. De forma sorprendente, de nuevo las sensaciones volvieron a desaparecer instantáneamente. Juan empieza a evitar situaciones y esto mantiene su cuadro de agorafobia.
Las semanas fueron pasando y Juan no volvió a intentar entrar en el metro. Tras ese episodio, prefirió modificar (evitar) la forma en la que se desplazaba a los sitios en lugar de tener que sentir las sensaciones tan desagradables de malestar. Cada vez que alguien de su entorno, trataba de quedar con él en una estación de metro, él le explicaba que se ponía muy nervioso y que prefería no viajar en metro. La agorafobia ya estaba haciendo de las suyas.
Llegaron las navidades varias semanas después, y estando con su pareja comprando en un abarrotado centro comercial, la historia se volvió a repetir.
Empezó a sentir como una sensación de malestar muy intensa volvía a recorrer su cuerpo, acompañado de pensamientos y extrañas sensaciones que le llevaron a escapar inmediatamente de allí.
Una vez más, se dirigió a su centro de salud, donde le indicaron que se trataba nuevamente de una crisis de ansiedad y le volvieron a recetar un ansiolítico.
Desde ese momento, Juan empezó a evitar las situaciones en la que su pareja le instaba a hacer la compra en una gran superficie o ir a un centro comercial. Él afirma que sólo era capaz de ir a pequeños comercios del barrio y en compañía de su pareja, puesto que solo anticipar en la posibilidad de sufrir otro ataque impedía que saliese de casa. La agorafobia ya estaba condicionando plenamente la vida de Juan.
En el tiempo en el que todo esto ocurrió, Juan tomaba ya una pastilla a diario, para tratar de llevar una vida normalizada. A veces no la necesitaba, pero siempre salía con ella de casa. Si no era así, era capaz de dar la vuelta o de comprar otra caja en la farmacia. Esto era lo único que conseguía calmarle, junto con las visitas periódicas a los diferentes especialistas, los cuales, en todo momento descartaron cualquier patología.
Esta descripción es un típico caso de agorafobia con inicio por ataque de pánico.
Tras evaluar en profundidad su problema de agorafobia, se fijaron con él los siguientes objetivos:
- Eliminar (o al menos reducir) los ataques de pánico (o la ansiedad excesiva), la preocupación por ataques de pánico futuros, la constante hipervigilancia de sus propias sensaciones físicas y los pensamientos catastróficos al respecto.
- Aprender a tolerar la ansiedad “normal” que producen muchas situaciones de la vida.
- Que Juan volviera a realizar todas sus actividades previas, eliminando las conductas de evitación, y dejando de realizar comprobaciones y de utilizar conductas de seguridad para su tranquilidad.
- Reducir sus esquemas de autoexigencia y perfeccionismo que le hacían vulnerable a la ansiedad.
El tratamiento de Juan para agorafobia:
- Se le explicó de forma pormenorizada qué es la ansiedad, qué puede provocar y qué no detallándole las consecuencias.
- Se le entrenó en exposición gradual a las situaciones temidas, para que poco a poco éstas fueran provocando cada vez, menos respuestas de ansiedad.
- Además, se le recomendó que abandonara progresivamente los fármacos, siempre bajo la supervisión del médico correspondiente.
- Se realizó una exposición a sus propias sensaciones (exposición a sus sensaciones temidas, taquicardia elevada).
- Se le enseñó la técnica de la Respiración controlada: para ayudarle a controlar la sobrerrespiración que le ocurría en situaciones de elevada ansiedad y las sensaciones desagradables asociadas.
- Para facilitarle las primeras exposiciones, se le instruyó en la Parada de pensamiento junto con autoinstrucciones y tareas distractoras.
- Se le enseño la técnica de la Reestructuración cognitiva para ayudarle a modificar los pensamientos desadaptativos para que generasen emociones más realistas y adecuadas.
- Aprendió a cuestionarse sus esquemas de autoexigencia y realizó exposiciones para modificarlos
Durante todo el tratamiento se contó con la colaboración de la pareja de Juan, lo cual facilitó la aplicación de la intervención para su agorafobia.
Un año después, a día de hoy, Juan ha vuelto a viajar en metro y a hacer la compra en grandes superficies sin notar ninguna sensación de ansiedad. Su agorafobia ha remitido.
Este caso ilustra cómo cualquiera de nosotros, podemos aprender en un determinado momento y dadas unas determinadas circunstancias a tener este tipo de problema psicológico. (Lógicamente no de manera intencionada). Lo positivo es que tenemos en nuestra mano la llave para solucionar cualquier problema psicológico, con la ayuda de un profesional, el cual nos ayudará a aprender los recursos necesarios para superarlo.
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