Cuando tenemos un problema, una de las primeras cosas que hacemos es intentar averiguar de dónde viene, el origen, para tratar de encontrar las claves para solucionarlo. Esta búsqueda, a veces, nos lleva a la generación anterior: “mi madre tenía la misma fobia”, “he heredado de mi padre su carácter pesimista”.
Es necesario aclarar que los miedos, actitudes y emociones no se heredan pero tampoco es una coincidencia que los compartamos con nuestros progenitores: son aprendidos.
Cómo se aprende el miedo
Aprendizaje vicario. Hay una forma de aprendizaje presente casi desde que nacemos, el aprendizaje observacional. Nuestros padres y cuidadores más cercanos actúan como modelo. En un principio se modelan acciones muy básicas (por ejemplo, llevarse un cubierto a la boca), y, a lo largo de nuestra historia aprendizaje, a través del modelado, también incorporamos formas de pensar, sentir y comportarnos.
Aprendizaje de las consecuencias. Como parte del aprendizaje vicario observamos las consecuencias de las acciones y aprendemos de ellas. No siempre es necesario experimentarlas por nosotros mismos. Por ejemplo, si un niño ve a su hermano quemarse al tocar una vela, puede aprender que esa acción tiene un resultado doloroso sin ejecutarla él mismo. Esta forma de aprender es muy útil pero cuando no se trata de consecuencias físicas sino psicológicas puede resultar problemático.
Evaluación del peligro. De niños, nosotros y otros animales, medimos el peligro a través de las reacciones emocionales y acciones (huída y evitación) de los mayores que son responsables de nosotros. Así vamos aprendiendo cuáles son los peligros del mundo en el que vivimos.
Aprendizaje del miedo. Si el miedo que tienen los cuidadores es irracional o se interpreta un peligro psicológico que no es realista, el niño a su cuidado aprenderá ese peligro como si del ataque de un león se tratara. Por ejemplo, si cada vez que un niño sube a un ascensor con su padre éste tiene un ataque de ansiedad y huye del ascensor, aprenderá que los ascensores son algo muy peligroso de lo que hay que huir.
Mantenimiento y agravamiento del miedo. Cómo evoluciona ese miedo al hacernos adultos, si se supera o se acaba convirtiendo en una fobia que me invalide, depende de cómo nos enfrentemos al problema. Tenemos otros modelos y distintas estrategias de afrontamiento que nos va dando nuestra historia de aprendizaje. Gracias a ellas puede que vayamos superando ese miedo o que se quede con nosotros y al llegar a la adultez sigamos huyendo de ese mismo peligro.
Se puede desaprender. La buena noticia de que los miedos sean aprendidos y no heredados es que se pueden desaprender. Puede que necesitemos la ayuda de un profesional si el miedo nos acompaña desde hace muchos años pero el tratamiento de las fobias es muy eficaz (y liberador).
Y, de paso, podemos animar a nuestro padre o nuestra madre a que también solucione su miedo. Nunca es tarde para poner solución a nuestras dificultades y ganar bienestar.
Autora Luisa Pilar Modroño (Psicóloga Especialista de Psicomaster)
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Como adelantaba Séneca hace 2000 años, el hombre vive en ocasiones atormentado y rodeado de miedos e inseguridades, heredados o no. Pero como defiende el estoicismo, estos problemas y pasiones que perturban nuestra vida pueden controlarse desde el interior de cada uno. Por eso, se trate de una herencia o no, todo problema tiene su tratamiento, y la ayuda psicológica puede resultar determinante.