Resumen de mi terapia psicológica
Algo que observamos los psicólogos frecuentemente en terapia psicológica es que la gente que viene a vernos no tiene muy claro qué es un psicólogo, qué es lo que se hace allí y si hay que estar “loco” para decidirse. Quién no ha presenciado alguna vez una conversación en la que se sugería a alguien que fuera al psicólogo y ha oído: ¿YO? ¡¡¡¡Que yo no estoy loca!!!. Otra de las opiniones más comunes es que es un “comecocos”, que no vale para nada, que tampoco me pasa nada grave, siempre he sido así o que es muy caro…
Cuando tenemos cualquier problema físico no dudamos en ir al médico, tomar medicación, ir al fisioterapeuta, hacer ejercicio, hacer rehabilitación, hacer reposo… nos cuidamos porque algo, aunque no sea grave nos hace sufrir y puede suponer un problema futuro. Y todos lo vemos algo lógico y natural.
Pero ¿por qué con las cosas de “la cabeza” nos cuesta tanto? Solemos pensar que la gente que acude al psicólogo tiene problemas claros y evidentes, “tiene depresión” “tiene ataques de ansiedad”, “tiene fobia social” “tiene un TOC” “se ha muerto su padre y está mal…”.
Es cierto que muchas personas que acuden a terapia psicológica tienen problemas clínicos claros a los que se le puede poner un nombre, pero es también muy frecuente que acudan a nosotros personas que no saben lo que les pasa, que aparentemente no tienen problemas graves y que consideran que no les pasa nada como para decidirse a hacer terapia porque siempre han sido así, es su forma de ser o de enfrentarse a los problemas.
En esta ocasión quería hablaros de estos casos en los que creemos que no nos pasa nada….pero la realidad es que SUFRIMOS. Sufrimos constantemente por muchas cosas, o siempre por las mismas cosas. Echamos la vista atrás y nos cuesta recordar momentos en los que estamos tranquilos o contentos de verdad. ¿Por qué cuando sufrimos por algo físico no dudamos en ponerle remedio? ¿Es que nuestra cabeza no forma parte de nuestro cuerpo? ¿Es menos importante? Suelo decirles a mis pacientes que al fin y al cabo la terapia psicológica consiste en aprender a conocernos, saber en qué áreas tenemos problemas y que alguien nos ayude a aprender a pensar, sentir y comportarnos de distinta manera para así sufrir menos. No se trata de no sufrir por nada, la vida está llena de momentos difíciles en los que será inevitable e incluso necesario y saludable, sino de observar si tenemos tendencia a sufrir de manera habitual por las mismas cosas sin poder remediarlo.
Me ha parecido que la mejor manera de entender esto es mostraros la experiencia de una paciente que acudió a terapia psicológica simplemente porque sufría y no sabía qué le pasaba. Aquí os dejo su resumen de la terapia que espero os sirva para entender mejor en qué consiste esto de la psicología…
MI TERAPIA PSICOLÓGICA
Comencé la terapia psicológica hace poco más de un año. Parece mentira todo lo que he aprendido y todo lo que ha cambiado mi forma de ver las cosas. Nunca pensé que pudiera servirme de tanto la verdad. Pero ¿por qué voy a terapia? ¿Qué me llevó a tomar esa decisión? La verdad es que llevaba bastante tiempo, no sabría decir cuánto, pensando que no entendía por qué no era feliz. Sufría por todo y de manera casi constante. Le daba muchas vueltas a todo, y parecía que hiciera lo que hiciera y pasara lo que pasara, yo nunca estaba conforme. Soy excesivamente perfeccionista, muy exigente conmigo misma y con los demás. Eso llevado al extremo, daba lugar a que nunca estuviera contenta conmigo misma, con lo que hacía o con lo que pensaba, pero tampoco estaba contenta y conforme con lo que hacían los demás. No era feliz, no conseguía disfrutar de las cosas. Si alguien se portaba bien conmigo, me ayudaba, me regalaba algo…, yo desconfiaba. Nunca pensaba que lo hicieran por mí, sino por algún interés ajeno a mí misma. Supongo que en el fondo pensaba que no me merecía ser bien tratada, y además ¿cómo iba yo a aportarle nada a nadie? ¿a quién podía interesarle yo? ¿por qué se portaban bien conmigo? Sí, yo no me quería ni me valoraba nada, y en consecuencia me costaba creer que alguien pudiera quererme o valorarme.
Pero ¿por qué? No le encontraba lógica alguna. Tengo salud y no tengo ningún defecto físico ni mental preocupante. Tengo una familia estupenda que me quiere tal como soy. Mis padres viven y disfruto de ellos. Tengo algunos buenos amigos, y no me cuesta conocer gente y pasarlo bien. Puedo hacer las cosas que me gustan, como viajar, hacer deporte, bailar , salir a cenar , ir al cine , al teatro, a algún concierto…
Llevaba tiempo con esta idea en la cabeza: ¿ por qué no soy feliz ? y ¿ por qué sufro tanto ?. Tuve una situación que me generó gran nivel de ansiedad y sufrimiento y esa fue la gota que colmó el vaso, lo que me hizo dar el paso. Se lo conté a una amiga y ella me animó a ir a terapia psicológica. Me habló de lo bien que le había ido a ella y me dio el “empujoncito“ que me hacía falta. Nunca se lo agradeceré lo bastante.
Necesitaba un “empujoncito“ porque la verdad, esto de la psicología no es algo “palpable “. No es como cuando te haces una herida o te duele algo “físico “y el médico te cura. Cuesta confiar en que alguien vaya a ayudarte en algo tan etéreo. Además yo había tenido un par de experiencias, no muy buenas con psicólogos y eso me hacía no estar receptiva al tema de asistir a terapia psicológica. Sin embargo, mis experiencias anteriores fueron muy breves, de una visita, y yo no estaba nada mentalizada ni convencida del tema. Creo firmemente que para acudir a terapia psicológica como para casi todo en la vida, sobre todo lo que nos supone un esfuerzo, hay que estar convencido de ello para que dé resultado.
En esta ocasión estaba convencida de que tenía que haber algo que pudiera ayudarme a sufrir menos y ser más feliz. Decidí ir a ver a Ana. De la primera sesión ya salí muy contenta porque ella había sido capaz en una hora de saber muchas cosas acerca de mi forma de ser. Me preguntaba y dirigía mi conversación hacia aquellos acontecimientos de mi vida que ella consideraba que la ayudarían a saber por qué yo no era feliz y porqué sufría sin motivo aparente. Me definió como perfeccionista, exigente conmigo misma y con tendencia a obsesionarme. Además me dijo que por mi forma de ser me cuesta mucho relajarme y descansar. ¡Acertó en todo! Me quedé sorprendida y gratamente impresionada. Salí cansada de la sesión, cosa que no me ocurrió las otras veces, supongo que por el esfuerzo mental que con su dirección y ayuda tuve que hacer para contestar a sus preguntas.
Sin dudarlo, me puse en sus manos, y eso he de decir, que ha sido uno de los mayores aciertos de mi vida. ¿Qué poco caso le hacemos a la “cabeza”verdad?. Me he dado cuenta de que es posible ser más feliz de lo que soy y sufrir menos de lo que sufro.
En ocasiones no me apetecía hacer los “deberes”, analizar las cosas, pensar, y algunas sesiones no han sido fáciles . En alguna ocasión estuve a punto de tirar la toalla, por cansancio, por no querer tratar algún tema… pero he seguido adelante por mí, porque sabía que el esfuerzo tendría su recompensa.
Aunque sigo siendo yo, soy yo pero más feliz y sufro menos. He aprendido muchas cosas. En primer lugar me conozco mejor que antes, y comprendo mejor mi forma de ser y de sentir. Eso ha hecho que mi nivel de exigencia haya bajado y ahora me quiero y me valoro más que antes. Antes solo me recriminaba por mis errores y nunca me felicitaba por mis aciertos. Cada vez pienso más en mí, y no en lo que creo que pueden esperar los demás de mí. Cuando hago lo que yo quiero hacer, soy más feliz. Además mi relación con la gente en general ha mejorado. Creo que eso es consecuencia de que yo he cambiado mi actitud con los demás. Ya no soy tan exigente, trato de ponerme más en su lugar y no estar a la defensiva. Creo que eso lo notan y por eso su comportamiento conmigo también ha cambiado.
He mejorado mi comunicación con todo el mundo y eso es muy positivo. Soy capaz de mostrarme como soy, mucho más que antes, porque tengo menos miedo a “no gustar “a los demás. La seguridad en mí misma claramente ha aumentado.
Ya no tengo esos “prontos “que tenía de forma tan habitual en el entorno familiar, donde casi todo se perdona. Están sorprendidos y encantados con mi comportamiento. Yo también la verdad, porque disfruto más de la familia y no acabo enfadada cada vez que hay una reunión familiar.
Ahora valoro mucho más TODO. Cuando veo que me voy a venir abajo por algo, soy consciente de ello, y trato de afrontarlo y de verlo de forma positiva, tratando de que me afecte lo menos posible. Ya tengo muy pocos momentos de ansiedad y cuando los tengo el nivel es muy bajo.
Creo que he aprendido muchas cosas, pero sobre todo he adquirido herramientas para poder afrontar situaciones que antes me generaban mucha ansiedad e inseguridad. Con la terapia no he alcanzado la perfección, ni lo pretendo. Sigo “saliéndome del tiesto” de vez en cuando, y sigo cometiendo errores. Pero cuando lo hago sufro menos, y eso es lo que importa. Se trata de intentar ser lo más feliz posible y sufrir lo menos posible.Creo que todo el mundo debería ir en alguna ocasión al psicólogo.
¡Todos podemos conocernos más y ser más felices!
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Me interesa mejorar mi autoestima, poder expresar lo que siento y me sienta valorada, no estar a la expectativa de que les guste a mis familiares lo que hago, que mejore mi relación con mi pareja ya que é sufrió una separación y fácilmente se exalta y suele ser violento. Necesito orientación y ser escuchada.
Gracias por su atención.
Hola Liliana, estamos para ayudarte con esas dificultades. Te he enviado un mail con la información sobre la terapia. Espero conocernos pronto. Un saludo,