¿La tristeza es distinto a la depresión?
La mayor parte de las personas piensan que la depresión es sinónimo de estar triste y utilizan estos dos términos de forma intercambiable. De hecho, se ha popularizado mucho la utilización del término depresión y se ha hecho extensivo a cualquier periodo de tiempo, incluso por breve que sea, en el cual la persona está más triste.
“Estoy deprimido”, podemos llegar a decir en una tarde lluviosa de otoño, o cuando nos ha ocurrido un suceso negativo que nos ha frustrado nuestros planes. Sin duda, la persona experimenta tristeza ante algún acontecimiento negativo de su vida.
La tristeza es un sentimiento que desgraciadamente estamos condenados a experimentar todos nosotros. ¿Desgraciadamente? No es así realmente porque la vida está repleta de situaciones en las que disfrutamos de la emoción contraria: alegría. Si no pudiéramos estar tristes, difícilmente podríamos estar alegres. Estamos diseñados para tener emociones y que estas nos ayuden a entender y aprender de nuestros acontecimientos vitales.
Así, la tristeza nos ayuda a poder evitar algunas situaciones negativas, aprender de nuestra experiencia y reorientar nuestra conducta para evitar tropezar dos veces en la misma piedra. Esto es algo que la sociedad actual, que no permite el fracaso ni el malestar, no termina de aceptar, y es la razón por la que se tolera tan mal el sufrimiento psíquico.
Por supuesto nadie quiere sufrir y mejor evitarlo, pero hay que tenerlo en una cierta medida, siendo inevitable en muchas ocasiones y ser positivo a largo plazo.
Por eso tampoco hay que hacer una negación de la tristeza, sino que debemos analizar nuestro estado. Por ejemplo, a veces también pensamos que estamos tristes cuando en realidad estamos frustrados porque algo no nos ha salido conforme pensamos. Este sentimiento es distinto a la tristeza.
En cualquier caso, afortunadamente para estas personas, estas situaciones no conducen invariablemente a sufrir una depresión clínica. En condiciones normales y canalizadas adecuadamente ayudarán a realizar cambios a la persona y evitar volver a caer en situaciones parecidas. Es en muchas de estas situaciones donde está indicado realizar una psicoterapia para ayudarnos a crecer a pesar de la adversidad o el malestar emocional que tengamos.
Entonces, ¿por qué se produce la depresión?
La depresión, a diferencia de la tristeza o sentimientos de malestar emocionales similares, es un proceso más duradero y mantenido en el tiempo que ha provocado alteraciones sostenidas en el funcionamiento cerebral y, por lo tanto, precisan ya de una intervención biológica que ayude a corregirlo.
Se trata por lo tanto de una enfermedad cerebral que va a afectar a diversas funciones como las relacionadas con las emociones: desánimo, desesperanza, ideas negativas del futuro, sentimientos de culpa, etc. Pero también va a afectar por su extensión a otras áreas del cerebro a nuestras funciones cognitivas: dificultad de atención, agudeza mental, dificultad para decidir o actuar, etc.
Aunque parezca difícil de entender, también pueden aparecer durante la depresión síntomas físicos, ya que el cerebro es el centro que coordina el funcionamiento del resto del organismo: Taquicardia, cansancio, dolores, mareos,
A las personas con depresión les suele preocupar tener una enfermedad mental -por las connotaciones que implica todavía socialmente-, pero también por el aspecto de debilidad al que muchas veces se asocia. Parece que la persona que sufre una depresión debe ser una persona con dificultades para afrontar sus problemas o para poder desenvolverse en sus circunstancias vitales.
La depresión es una enfermedad que no tiene que ver con la debilidad, ni con la forma de enfrentarse a las cosas. De hecho, muchas personas que tienen depresión previamente tenían una actitud optimista ante la vida.
Así, a la luz de los conocimientos científicos actuales se entiende la depresión como la alteración que se produce a nivel cerebral, desarrollando los síntomas mencionados anteriormente, precipitada por una situación estresante (vital, tóxica, etc.) cuando existe una base de predisposición genética. Esta forma de entender el desarrollo de una enfermedad es, por otra parte, la misma con la que se explican otras también comunes como la diabetes o la hipertensión arterial.
Hace falta una predisposición genética y unos factores ambientales que precipitan en un momento el inicio de la enfermedad. Estos precipitantes pueden ser agudos (despido laboral, separación…) o bien sostenidos en el tiempo sin que nos hayamos percatado, como es el caso del estrés crónico.
Muchas veces no tomamos conciencia de los pequeños avisos que nos ha enviado nuestro cuerpo previamente y que son la señal inequívoca de que le estamos sometiendo a una tensión excesiva. Nunca sabemos donde está el límite de nuestra capacidad para soportar situaciones de estrés sostenido, pero conviene no tentar demasiado a la suerte para verlo porque puede llevarnos a una depresión.
Tipos de antidepresivos
Como hemos visto, es necesario restituir el funcionamiento cerebral que se ve alterado en la depresión. Para ello contamos hoy en día con los fármacos denominados antidepresivos. Existen muchos tipos de antidepresivos actualmente disponibles. Son fármacos eficaces, seguros y bien tolerados en relación a sus predecesores.
Sin embargo, también hay muchos tipos de depresiones, por lo que es muy importante consultar con un profesional que evalúe cada situación clínica personal para así aconsejar el mejor tratamiento.
De hecho, hay ocasiones que se pueden y se deben utilizar algunos otros fármacos asociados o no a los antidepresivos, como son los estabilizadores del ánimo o los antipsicóticos.
Beneficios de los antidepresivos
Ya hemos comentado previamente que los antidepresivos van a restablecer el funcionamiento cerebral alterado durante la enfermedad depresiva. Se provocan una serie de disfunciones en diversos sistemas neuronales que son los causantes del conjunto de síntomas de la depresión que hemos comentado anteriormente: síntomas emocionales como la tristeza o apatía; síntomas físicos como la taquicardia o el cansancio y síntomas cognitivos como la dificultad de atención o concentración.
Según la sintomatología, así estará indicado uno u otro tipo de antidepresivo para restablecer el funcionamiento cerebral alterado.
Hay que tener en cuenta que los antidepresivos llevan un tiempo en actuar, teniendo que tomarlos de forma continuada y a la dosis prescrita para experimentar la mejoría que a veces se puede demorar en 2-4 semanas.
Antidepresivos y efectos secundarios
De forma general se puede decir que los antidepresivos, como todos los fármacos, pueden tener efectos secundarios que pueden ser molestos en algunas ocasiones pero no peligrosos para la salud. En cualquier caso, si se experimentan estos efectos secundarios se puede realizar un cambio de tratamiento hacia otro que sea mejor tolerado.
Actualmente contamos con fármacos cada vez mejor tolerados con una mínima probabilidad de desarrollar un efecto adverso.
Antidepresivos y alcohol
La utilización de sustancias psicoactivas no es lo más indicado durante un periodo de depresión ya que, como su propio nombre indica, ejercen una acción sobre el cerebro que en muchos casos va a agravar los síntomas de la depresión.
El alcohol, aunque pueda tener un efecto euforizante o tranquilizador en los primeros momentos tras la ingesta, posteriormente genera un efecto depresivógeno.
Cuando el paciente ya ha mejorado sí es posible realizar un consumo de alcohol responsable, siempre tras consultar con su psiquiatra la posible interacción con el tratamiento que se está recibiendo. Esta interacción dependerá del tipo de tratamiento antidepresivo prescrito.