Es muy común entre la población utilizar en el lenguaje cotidiano los términos tristeza, desesperanza…, e incluso parece que inexorablemente van unidos dichos conceptos con la palabra depresión. Y entonces nos encontramos con expresiones como “esta persona está muy deprimida…”.
Por el contrario, los profesionales de la salud utilizamos distintos tecnicismos que nos sirven para diferenciar la gravedad, intensidad y duración de los síntomas. Y a partir de tales supuestos cabe señalar el nombre incluido ya desde hace años por los anteriores manuales diagnósticos, conocido como Distimia.
¿Qué es la distimia?
Según el DSM-IV (manual diagnóstico de los trastornos mentales) la distimia se define como “trastorno afectivo que persiste por lo menos dos años en adultos y un año en adolescentes y niños”. Tal versión lo clasifica en dos subtipos. La distimia de inicio temprano (antes de los 21 años) y la distimia de inicio tardío, después de tal edad”.
A la par, en la nueva versión de dicho manual (DSM-V), se habla de otro término alternativo a la terminología de distimia llamado “trastorno depresivo persistente”. En el mismo se especifican tales criterios diagnósticos:
- “Estado de ánimo deprimido que se mantiene durante casi todo el día y durante la mayoría de los días un periodo igual o mayor a 2 años
- Se reflejan 2 o más de los siguientes síntomas (éstos los detallaremos más adelante): disminución o aumento del apetito, insomnio o hipersomnia, sentimientos de fatiga o falta de energía, baja autoestima, dificultad para tomar decisiones, para concentrarse y para la atención, sentimientos de desesperanza
- En un periodo de 2 años, los síntomas no remiten durante más de 2 meses seguidos
El diagnostico requiere excluir una causa orgánica, así como que se trate de síntomas de una depresión mayor (síntomas crónicos, remisión parcial)”
(Fuente: American Psychiatric Association.DSM-5)
¿Es lo mismo distimia que depresión?
Es muy habitual encontrar que la gran mayoría de las personas consideran ambos términos como semejantes, debido a que ambos pertenecen a los llamados trastornos del estado de ánimo y tienen cierta sintomatología común, como disminución de la energía, apatía, dificultad a la hora de concentrarse, desesperanza, pesimismo, pensamientos negativos,… aunque no comparten por igual todos los criterios diagnósticos.
Por tanto, encontramos diferencias significativas entre ambos conceptos, como los que se detallan a continuación:
- Gravedad:
La depresión es un trastorno que entraña mayor gravedad que la distimia debido a la intensidad del cuadro clínico.
“Representan un cambio de funcionamiento previo, al menos en uno de los síntomas: a) estado de ánimo depresivo o b) pérdida de interés o placer. Y con ello:
-Estado de ánimo deprimido la mayor parte del día
-Disminución importante de interés o placer en casi todos los quehaceres cotidianos
-Pérdida importante de peso o aumento, cambio de apetito sin mediación de dieta alguna
-Insomnio o hipersomnia
-Agitación o retraso psicomotor
-Fatiga o pérdida de energía casi todos los días
-Sentimientos de inutilidad
-Disminución de la capacidad para pensar
-Pensamientos de muerte, ideas suicidas o intento planificado”
(Fuente: American Psychiatric Association.DSM-5)
- Intensidad :
Sabemos que la intensidad de los síntomas en la distimia es menor que en la depresión, por eso interfiere como ya indicaremos en menor medida en la vida diaria del paciente.
- Duración:
En los distintos libros de psiquiatría se habla de la distimia en términos de cronicidad, en relación a que es un estado continuo en la vida de la persona. Mientras que en la depresión se habla de episodios (encuadrándose los mismos en un periodo de dos semanas respecto el estado anterior).
- Afectación de las actividades de la vida cotidiana:
La depresión afecta drásticamente al funcionamiento normalizado de la actividad diaria de la persona en todas las áreas que conforman la misma, mientras que en la distimia no es tan brusca, tan disruptiva.
- Tratamiento:
En los episodios de tratamiento de la depresión mayor suele haber durante un tiempo la pauta de la combinación de tratamiento tanto farmacológico como psicológico, mientras que en la distimia se tiende hacer una supervisión periódica al no haber episodios tan marcados y delimitados como en la depresión.
¿Cuáles son los síntomas de la distimia?
Tal como reseñábamos en el párrafo anterior, existen una serie de síntomas comunes en la distimia que pueden perpetuarse durante el transcurso vital. Por ende, es de vital importancia hacerse cargo de la intensidad de los mismos para recibir el tratamiento psicológico adecuado, en el momento oportuno:
Falta de energía
Es muy común la sensación de pérdida de energía. Algo parecido a si se nos hubieran acabado las pilas y no tuviéramos suficiente carga.
La falta de energía hace que en muchas ocasiones la persona evite situaciones que entrañen cierta actividad. Por lo que indirectamente podemos entrar en un círculo vicioso. Como no tengo energía, dejo de hacer muchas de las cosas que hacía antes, por lo que a su vez me siento peor por la falta de inactividad.
Uno de los objetivos de tratamiento irá encaminado a romper tal espiral procurando que, a pesar de la falta de energía, el paciente no caiga en la ausencia de actividad, puesto que a la larga tal situación provoca mayor malestar así como el agravamiento de la sintomatología.
Cansancio o agotamiento
Unido al síntoma anterior, relacionamos el cansancio o agotamiento. Tener la sensación de que todo nos pesa, como si lleváramos una carga muy fuerte a la espalda y la misma nos impidiera el caminar.
A veces incluso el devenir de los pensamientos negativos, que muchas veces se convierten en obsesivos, también puede provocar cansancio. Y el paciente puede referir “no sé porque estoy tan cansado si realmente no he hecho nada”. Cuando muchas veces es agotamiento mental, por dejarnos llevar por cierto contenido cognitivo, limitándonos el funcionamiento.
Autocrítica negativa
Tender a lo que se conoce en psicología como error fundamental de atribución interno. Considerando que todo lo que nos pasa es por culpa nuestra y todo lo bueno tiene que ver con el ámbito externo, e incluso producto derivado de la suerte o el azar.
Ni que decir tiene las consecuencias a largo plazo de estar mandándonos mensajes negativos sobre nosotros mismos, sin alabarnos aunque sea el más mínimo esfuerzo.
Bloqueo mental
Es muy común la sensación de estar bloqueado. Precisamente al agotamiento derivado en ocasiones como producto de nuestra mente, le sigue el no poder ver el horizonte. Al final la visión que tenemos del mundo es muy subjetiva y parcial. Y este hecho a su vez nos confunde, bloquea y obstaculiza el que podamos ver las distintas situaciones con perspectiva y aplomo.
Sentimientos de vacío
El no ver ciertas metas, la sensación de que nada por sí mismo en nuestra vida nos acaba de llenar, porque siempre hay algo que impide el valorar las cosas que nos pasan de forma aislada respecto de otras facetas. Este hecho va ligado a la perspectiva de que nada es suficiente y que hagamos lo que hagamos, todo es incompleto. De hecho la perspectiva de futuro es muy incierta porque no entendemos ni siquiera nuestro mundo actual.
Sentimientos de desesperanza
Quizás sea uno de los síntomas que más provoque en la persona malestar, como una sensación continua de desazón, desasosiego. Como bien dice el refrán popular “la esperanza es lo último que se pierde”, por lo que la percepción es de no ver una solución a corto plazo que pueda cambiar el panorama de una vida. Y parece que si no hay esperanza, no hay perspectiva, por lo que la sensación es de no poder hacer nada.
Tristeza
Seguramente sea el síntoma más común a cualquier trastorno del estado de ánimo, así como el término más utilizado por los pacientes para referirse a cómo ellos se sienten.
Debido a que es el concepto más popular, siempre hay que medir lo que significa la tristeza y la funcionalidad que ésta desempeña en la vida de la persona. Porque si nos fijamos en el término de forma más estricta, no dejaría a priori de ser una emoción básica como tal. Y por consiguiente no susceptible de juicio. Por esto la valoración se enfocaría en qué hacemos con la tristeza y hasta qué punto nos invade y nos interfiere de forma significativa en nuestro funcionamiento diario.
Pérdida de motivación
Es normal para las personas que padecen distimia tener la sensación de que nada les motiva. Parece que no hay algo que les apetezca de forma especial o que en sí pueda resultarles relevante.
Este hecho trae consigo que ante la pregunta ¿qué te apetece hacer?, la respuesta sea “nada en especial”, precisamente en consonancia con esa pérdida de motivación que se deriva de algo puramente intrínseco afectando por consiguiente a la parte más extrínseca de cualquier estímulo en particular.
Disminución o falta de apetito
Si nada en sí nos motiva, incluso la comida, por muy bien primario que pueda parecer, deja de serlo como tal.
Incluso tal fenómeno puede llegar a pasar con los animales. Las personas que han estado cerca de un animal, por ejemplo doméstico, se pueden encontrar que ante la ausencia del amo principal, el animal puede no comer en todo el día.
En el caso de los trastornos de ansiedad, a veces el fenómeno se puede invertir y que la comida sea un elemento para calmar tal sintomatología ansiosa.
Insomnio o hipersomnia
Pueden producirse ambos fenómenos. El encontrarnos con un problema de sueño, bien por exceso o por defecto, considerando siempre un gradiente temporal reseñable.
Es común en determinados casos que nos despertemos una o varias veces durante la noche sin que luego podamos de nuevo conciliar el sueño o que nos cueste horas retomarlo de nuevo; éste es conocido como “insomnio de mantenimiento”.
Dificultad para tomar decisiones
Cuando un paciente se encuentra en dicho estado le va a resultar muy difícil tomar decisiones importantes o relevantes porque la probabilidad de que se equivoque es muy alta. Precisamente por lo que hemos dicho anteriormente en base a que no vamos a ser objetivos, y este hecho traerá consigo la dificultad de la imparcialidad subyacente.
Dificultad para concentrarse
La dificultad para concentrarse puede acarrear problemas serios a la larga, tanto en el ámbito personal como profesional.
Porque uno puede tener la sensación de que le cuesta mantenerse concentrado durante periodos relativamente cortos para lo que anteriormente la persona puede haber estado acostumbrada, o en comparación con otros miembros de su misma franja de edad.
Dificultad de atención
Justo la dificultad comentada de concentración suele venir derivada del problema de mantener la atención de forma sostenida durante periodos de tiempo.
Es como si nuestro “foco” estuviera tan dirigido a la sintomatología en general, que estamos perdiendo la capacidad de atención plena en nuestro funcionamiento diario.
Consecuencias de la distimia
El problema que concierne a la perpetuación de tales síntomas a lo largo del tiempo es la interferencia inevitable en las distintas áreas de la vida de la persona así como el deterioro progresivo de éstas. La perturbación a diferentes niveles entraña algo parecido a un vaso que vas llenando a lo largo del ciclo vital gota a gota, día tras día, por lo que a la larga es frecuente encontrarnos con:
Bajo rendimiento
: Es común el no llegar al rendimiento esperado. Este hecho se hace más notorio en los trabajos. Y a su vez puede acarrear problemas en el mismo, como verse en un despido involuntario a consecuencia de su baja producción laboral.
Baja autoestima
: Si veo que tales síntomas están interfiriendo en el funcionamiento diario, es común que la valoración que yo haga sobre mí mismo sea negativa interfiriendo en cómo yo me veo, e incluso pudiendo proyectar tal imagen a los demás.
Problemas laborales y/o académicos debido a las dificultades cognitivas
: Tras el ya citado bajo rendimiento, se yuxtaponen los distintos problemas que nos pueden acarrear tanto a nivel laboral como en algún caso académico. Es obvio que si perdemos el trabajo o nos vemos sometidos a la crítica constante de compañeros o equipo directivo, a su vez, nuestro estado de ánimo se vea afectado muy significativamente.
Problemas sociales (conflictos interpersonales)
: El hecho de que mi estado habitual sea común a un ánimo bajo, trae de forma inherente consecuencias en las reacciones con las personas que tenemos a nuestro alrededor. Es común las quejas de las personas cercanas e incluso sentir el rechazo del espacio que conforma nuestro entorno, porque parece que ya nos relacionan cierta sintomatología habitual con nosotros casi como si tuviera que ver con nuestra personalidad, y en general a la gente no le suele gustar rodearse de ciertos ánimos más apáticos o pesimistas.
Problemas familiares/de pareja
: A la par que sentimos la discordia de nuestro mundo social, el mismo fenómeno se produce con nuestra pareja. Incluso pudiendo ser más habitual que ocurran con más frecuencia problemas con nuestro cónyuge al pasar más tiempo con esa persona y por consiguiente estar más expuestos al posible enfrentamiento cotidiano.
Desajuste de los horarios
: El hecho de no llevar una vida tan normotípica en el mundo habitual, no dormir una serie de horas, el no tolerar durante largos periodos una misma situación, provoca a su vez un desfase en los horarios que se entrelazan con una cierta ruptura con la norma, lo que hace que a nivel social pueda entrañar ciertas dificultades.
Pérdida de ilusión
: De la sintomatología derivada de la desesperanza, tristeza y pérdida de motivación, parece inexcusable que conlleve a su vez una falta de ilusión. Por ello el futuro es incierto, las metas no existen y ya no entiendo cuáles son las vías que provocarían un cambio en mi camino vital.
Ansiedad
: A la par que me llegan a mi mente ciertos pensamientos negativos, es muy común también sentir cierta angustia y, unido a un cuadro fisiológico, presentar ansiedad.
Ambas problemáticas se unen muchas veces en un círculo, de tal forma que cuando siento ansiedad puedo sentir tristeza y viceversa.
Otros problemas psicológicos añadidos
: La comorbilidad con otras patologías o problemas psicológicos es muy frecuente. Las líneas son tan frágiles que el traspaso de unas a otras pueden ser muy habituales. Una persona con un estado de ánimo bajo puede tener un riesgo más obsesivo, a su vez más ansioso, como las dificultades en su día a día que le hagan más vulnerable formando parte a su vez de un compendio de factores de riesgo.
Cómo salir de la distimia
Para una persona que vive de forma constante con tales síntomas, limitándole éstos de forma significativa las áreas más importantes (familiar, laboral, social… ), es muy complicado que pueda llevar una vida plena y satisfactoria en cuanto a que tales características llevan consigo otra coyuntura como es la de lidiar con problemas de la vida diaria sintiendo de base tal tristeza, apatía y desasosiego.
Dicho lo cual, si alguien se encuentra en una situación semejante, con síntomas parecidos y consecuencias yuxtapuestas, todos coincidiríamos en la importancia de buscar ayuda profesional.
Y a partir de tal disyuntiva, cabe preguntarnos:
¿Cómo sería el tratamiento psicológico adecuado?
En un primer momento el profesional a cargo llevaría a cabo una evaluación exhaustiva y pormenorizada sobre cuándo comenzaron los primeros síntomas, su historia de vida (familiar, social, laboral), cuáles son las situaciones más comunes que precipitan tal sintomatología, pensamientos, sensaciones fisiológicas,… además de que el paciente pueda comprender qué ha hecho en todas las áreas a lo largo de su vida, qué le ha funcionado y qué no, para predisponer a la persona a una actitud de cambio (en el sentido de control hacia lo que puede hacer a nivel conductual que depende exclusivamente de él).
A partir de dicha evaluación se sentarán las bases que conforman los puntos principales de tratamiento: aceptación como alternativa a la lucha sistemática de los síntomas, pensamientos (cómo distanciarnos de los mismos observándolos sin entrar dentro de dicho contenido), vida plena y consciente a la hora de focalizarnos en el momento presente, valores (entendiendo lo que para la persona es importante en su vida), acciones encaminadas hacia dichos valores (orientación valiosa de sus acciones), conceptualización del yo (entender que uno no se define por sus síntomas, sino que hay algo que siempre permanece más allá de estar sano o enfermo, ser joven o mayor, y que él mismo sigue siendo el YO que un día nació).
Beneficios del tratamiento
Finalmente es importante reseñar, tal como afirmábamos al inicio, que a pesar de que desde los manuales diagnósticos se hable del término cronicidad para referirnos al concepto de distimia, dicha condición no refleja en ningún caso que no haya posibilidad de tratamiento.
El término crónico nace de la necesidad de diferenciarse respecto de la depresión en lo que concierne al concepto de tiempo, reflejándose lejos de un episodio aislado, sino más bien de algo continuo.
Por ende, a través de la terapia psicológica la persona vería cambios en su calidad de vida, entendiendo que cuando trabajamos a la par las distintas facetas o áreas importantes la persona se siente mejor, condicionando de forma inherente la sintomatología por la que el paciente acudía por vez primera a la consulta.