¿Qué es la Depresión mayor?
Nos referimos a depresión mayor cuando la persona presenta un ánimo depresivo la mayor parte del día desde un tiempo igual o mayor a dos semanas. Es común por tanto, que no seamos capaces de experimentar placer en ninguna actividad satisfactoria que se nos pueda plantear.
Es importante reseñar que NO es que no queramos hacer algo, como popularmente otras personas puedan pensar, sino que no somos capaces de llevarlo a cabo. Nos sentimos sin fuerza, desesperanzados, sin energía. “Es como si pretendiéramos tirar de una cuerda, y ésta por mucho esfuerzo que realizáramos, no se desplazara ni un sólo centímetro”. Por lo que la sensación de frustración y agotamiento es cada vez mayor.
Síntomas de la Depresión mayor
Por ende, debemos estar muy atentos a ciertos síntomas que pueden estar presentes de una forma u otra en nuestra vida:
Agitación:
es muy común que nos podamos sentir inquietos, agitados. Muchas veces sin saber cuál es la causa. Cuando presentamos un estado de ánimo bajo, es frecuente que en nuestra mente se disparen un sinfín de pensamientos debido a la sensación de pérdida de control de nuestros propios síntomas.
Agotamiento/cansancio:
a pesar de que tengamos la percepción de que es imposible que presentemos un desgaste físico puesto que igual no hemos hecho prácticamente ninguna actividad en todo el día, tal precepto no elimina igualmente la sensación de agotamiento; a veces, si cabe, como si hubiéramos corrido una maratón. La razón en ocasiones estriba en el desgaste mental que hacemos a lo largo del día (darle muchas vueltas a un pensamiento, centrarnos en ciertos mensajes y contenidos negativos…).
Irritabilidad/frustración:
nos sentimos que a la mínima saltamos con relativa frecuencia. Como si estuviéramos “quemados” con todo en general. Y este hecho, a su vez, nos crea frustración e indefensión.
Sentimiento de desesperanza:
no encontrar una salida a la esperanza, a la solución. Como si nunca fuéramos capaces de ver la luz ni al final ni en el túnel mismo.
Sentimiento de culpa, inutilidad:
asumir que todos los fracasos dependen de nosotros, como un error de atribución interno. Los éxitos se deben a otros y los errores son culpa mía. Esto, a su vez, provoca una sensación de inutilidad, de no valer para nada.
Sentimientos de tristeza, ganas de llorar:
lo que llamamos labilidad emocional. Ganas de llorar casi de continuo, dentro del encuadre de un sentimiento de abatimiento, invadiéndonos un sentimiento de tristeza.
Retraimiento y aislamiento:
como no me encuentro bien, tiendo a aislarme, a no querer estar con otros. Como nada me motiva, el estar junto a los demás tampoco me llama especialmente la atención. Y cada vez me retraigo más, provocando una coraza en la que no dejo que otros entren tan fácilmente. Incluso la percepción de que nadie me puede ayudar.
Pérdida de interés por actividades:
como nada me llama la atención especialmente, y no me encuentro bien, no hay nada que realmente quiera ejecutar o llevar a cabo. A pesar de que anteriormente a este estado me encantaran ciertas actividades, pero como ahora mismo no lo siento así, mi interés por tales es prácticamente nulo.
Alteraciones del sueño (insomnio o hipersomnia):
es frecuente que durante el episodio se produzcan alteraciones significativas en los ritmos de sueño y vigilia. En ocasiones puedo no poder conciliar adecuadamente el sueño nocturno (me despierto muchas veces a lo largo de la noche, costándome de nuevo retomar el sueño), otras veces me veo todo el día en la cama durmiendo a destiempo en horas intempestivas sin querer levantarme ni tan siquiera para comer.
Pérdida de apetito, aumento o disminución del peso:
como hemos comentado anteriormente, hay una ausencia para experimentar placer ante actividades satisfactorias (anhedonia). Y no es menos la comida. El refuerzo de comer un plato de comida es para nosotros insatisfactorio, por lo que comer se convierte en un “acto de supervivencia”. Es común que no mantengamos hábitos saludables alimenticios y esto nos provoque desajustes en nuestro peso, tanto por exceso como por defecto.
Fundamentalmente la clave de tal sintomatología va a radicar en si interfiere en nuestro funcionamiento diario. Es decir, que debido a su intensidad nos puede afectar a las distintas áreas importantes para nosotros (familia, amigos, ocio, trabajo, rendimiento…), en cuyo caso sería recomendable la asistencia a un profesional (psicólogo, psiquiatra).
Causas de la Depresión mayor
A día de hoy no podemos decir con exactitud que un solo factor (sea ambiental o genético) sea el causante directo de padecer depresión mayor.
Lo que conocemos es que hay personas que son más vulnerables que otras debido a:
- Riesgo genético: cuando ha habido antecedentes familiares puede presentarse un mayor riesgo de padecer depresión mayor u otra patología mental
- Factores biológicos: tiene que ver con posibles alteraciones en neurotransmisores (que la comunicación entre las neuronas no esté funcionando adecuadamente, por ejemplo, debido a diversas causas físicas)
- Personalidad: ciertas personalidades ayudan a tener un carácter más positivo, “a ver el vaso medio lleno en lugar de casi vacío”, el no ser una persona que tienda a darle vueltas a los problemas…
- Factores de protección: hay diversas variables que van a actuar como tales:
a) Disponer de una buena red familiar (que sintamos un vínculo emocional fuerte de apego con los miembros más allegados)
b) Tener una buena red social: disponer de amigos íntimos que sintamos que podemos contar con ellos en cualquier circunstancia o lugar
c) Poseer aficiones: que hagan que cuando nos encontramos inmersos en las mismas, el tiempo es como si se detuviera. Tales como: ejercicio físico, lectura, cine, música,…
- Acontecimientos vitales: No todos en la vida corremos la misma suerte. Hay situaciones que nos pueden hacer tambalear nuestros cimientos, como pérdida de una persona significativa, ruptura sentimental, enfermedad de un familiar,…
Estas causas pueden ser el antecedente de una crisis para algunas personas y para otras no, dependerá de uno o varios de los otros factores citados.
Consecuencias de la Depresión mayor
Niveles altos de ansiedad:
depresión y ansiedad son dos términos que se empeñan en ir de la mano. Como mi ánimo es bajo, no tengo ganas de hacer nada, y por ende siento cierta agitación, pensamientos negativos, la necesidad de salir corriendo… y a su vez cuando noto tal cuadro ansiógeno, es frecuente que me sienta desanimado, desesperanzado y, por ende, afecte irremediablemente a mi estado de ánimo.
Pérdida de control de impulsos:
al presentar dificultades a la hora de regular nuestro estado emocional, es común que las personas que presentan depresión mayor tengan mayor tendencia a realizar alguna que otra acción impulsiva (sin que haya un proceso de autocontrol consciente que le lleve a mediar la ejecución de una determinada acción).
Uso/abuso de sustancias:
y por ende, al hilo de lo expuesto, el uso o abuso de sustancias puede ser más frecuente. Algunas veces se explicaría precisamente desde esa pérdida de control y también de forma consciente con el objetivo de mitigar los propios síntomas de la depresión.
Dificultades cognitivas (pérdida de atención, concentración):
el sentir que nuestras capacidades cognitivas se ven mermadas sin que haya una causa neurológica. Simplemente nuestro propio estado anímico nos puede llevar a tener dificultades a la hora de mantener la atención y concentración durante periodos largos porque nos cansamos fácilmente, pasando por alto incluso pequeños detalles.
Dificultades de desempeño en lo laboral o formativo:
de la anterior se deriva ésta. Debido a que mi sintomatología provoca tales deficiencias cognitivas, inherentemente afecta a mi rendimiento. Por lo que me puedo ver envuelto en ocasiones en problemas en el ámbito profesional. De hecho, en nuestra sociedad, una de las mayores causas de baja laboral es sufrir un episodio (por la temporalidad) depresivo mayor por lo incapacitante que puede llegar a ser si no se trabaja terapéuticamente.
Trastornos físicos (somatizar, dolencias físicas sin causa aparente):
es habitual que comencemos a sentir ciertas enfermedades físicas sin que haya objetivamente causa aparente en las mismas. Por ejemplo: dolor de cabeza, mareos, vértigos, dolores musculares…, por lo que vamos a la consulta médica, nos hacen toda una exploración y el resultado es que no encuentran en sí la causa que ofrezca explicación orgánica alguna.
Pensamientos suicidas:
debido a la propia sintomatología en la que nos vemos envueltos, como hemos comentado anteriormente, en una sensación de tristeza, desesperanza, cansancio… sin ver salida alguna, es frecuente que vaya asociado con pensamientos de querer poner fin a nuestra vida (siendo sólo cogniciones o incluso llegando a ejecutar de forma o no planificada la ejecución de la acción). De ahí la necesidad inmediata de recibir tratamiento porque puede incluso suponer un riesgo real para nuestra vida.
Malos hábitos saludables:
al no llevar un horario o rutina diaria establecida en tanto a ritmos, a veces de sueño o vigilia o de actividades o responsabilidades, es común que a su vez nos enmarquemos en hábitos no saludables (comer comida hipocalórica y a deshora, consumir tabaco o cualquier otra sustancia, no llevar una vida activa, no realizar ejercicio físico, sedentarismo…).
Dificultades sociales y familiares:
el hecho de sentirme así y dejarme guiar por tal sintomatología, provoca que muchas veces nos estemos alejando de lo que realmente siempre nos ha importado en nuestra vida (de la parte social, familiar e incluso laboral…), trayéndonos problemas con las personas que conforman nuestro entorno más inmediato porque muchas veces no entienden el estado en el que nos encontramos. Se sienten impotentes y en ocasiones pueden atribuirnos culpa de nuestro estado “es que no quieres hacer nada”, “eres un vago”,… sin entender la premisa fundamental ya comentada: realmente no podemos solucionarlo solos, sin la ayuda de los demás; pero obviamente somos los primeros interesados en querer salir del pozo en el que nos encontramos.
Tratamiento de la Depresión mayor. Beneficios de la terapia
Debido a la gravedad e intensidad de los síntomas cuando hablamos de depresión mayor, es necesario pedir ayudar de forma URGENTE. En alguna ocasión puede que nosotros nos encontremos tan incapacitados que necesitemos previamente el empujón de una tercera persona que nos ayude a buscar a un buen profesional, e incluso llame a la consulta y nos acompañe en nuestras primeras visitas.
Entender que, a pesar de que nos encontremos sin esperanza alguna y sin motivación, es necesario saber que en manos de un psicólogo especialista en tratamiento de la depresión y psiquiatra la depresión mayor tiene cura con un tratamiento adecuado.
Dependiendo del caso, en muchas ocasiones y acordándolo con la persona, puede ser necesario introducir fármacos, que nos van a asistir como esa muleta que nos acompaña en nuestro proceso de recuperación.
A la par sería conveniente la terapia psicológica. Ésta va a consistir en ofrecer las herramientas necesarias que permitan que nuestra vida no gire en torno a unos síntomas (porque de lo contrario seguiríamos en nuestro círculo vicioso: no hago nada porque me encuentro mal, y a la par como me siento así, al dejar de hacer cosas, sigo retroalimentando nuevamente mi malestar).
Prevención de recaídas
Va a ser necesario que, una vez finalizado el periodo de tratamiento oportuno, haya una supervisión continuada durante un cierto tiempo, puesto que tal circunstancia va a provocar la reducción significativa del número de recaídas.