¿Acepta nuestra sociedad estar triste en navidad?
Hoy en día en la sociedad en la que vivimos impera inexorablemente el consumo, las ventas… apoyados por el bombardeo de las campañas publicitarias. Si encendemos el televisor en período navideño y observamos cómo son las campañas publicitarias en cualquiera de los canales con los que conectemos, vemos como “todo parece perfecto”: el regalo ideal, la familia unida, el árbol que no le falta un detalle, el belén con todos los integrantes al completo… y sin contar el anuncio de la lotería.
Nos encontramos con un sinfín de argumentos en los que parece que estamos obligados a estar de acuerdo con que la Navidad es paz y amor. El mensaje es claro: la felicidad en estado puro. Incluso disfrazamos el raciocinio para encontrar motivos para seguir realizando ciertos hábitos; reunirnos con la familia (“vuelve a casa, vuelve”), regalar (cómo no lo vamos a hacer, si es algo que le encanta a los niños, aunque sólo sea por ellos…), comidas de empresa (el mensaje de que todos estamos unidos, el equipo de trabajo debe permanecer junto por navidad a pesar de cualquier discrepancia).
Y es en este momento, cuando a uno le surge la cuestión que pone nombre al presente post ¿Se puede estar triste en Navidad? Me imagino que a resultas de lo que observamos diariamente parece que NO. La sociedad no deja espacio para quiénes pueden no disfrutar con estas fiestas, independientemente de que seas de los que les encantan o de los que odian los eventos navideños. El problema es que, en general la tristeza y otras emociones parecen no ser validadas en nuestra sociedad.
Cuando alguien nos señala que se encuentra triste, tendemos a intentar solucionar el problema en cuestión porque no dejamos cabida a la tristeza. Pero ni tan siquiera se valida esta emoción en los procesos de duelo, cuando parece que ya no podemos seguir llorando por un ser que hemos perdido, cuánto antes pase todo (24 horas aproximadamente) mejor. Y es que NO nos han enseñado a ser facilitadores de la expresión emocional. Nos han vendido la píldora de la felicidad y con ella nos hemos quedado. “Uno siente la obligación de sentirse bien y evitar el sufrimiento porque éste ha sido catalogado como algo anormal, negativo e inapropiado” (Wilson y Luciano)
No hay más que ver las redes sociales. A veces hay cierta expresión de algunas personas, al reflejar en su estado que se encuentran “tristes”, pero parece que se hace más como llamada de atención hacia el que el otro responda de alguna manera, con expresiones como “ánimo, ya pasará”. Subimos fotos en las que se nos ve generalmente felices, sabiendo que tenemos cientos de amigos y que nos lo hemos pasado fenomenal en este o aquél lugar.
Así pues, es algo usual sostener que para actuar bien es preciso estar mentalmente sano, entendiéndose la salud mental como sentirse bien. Esta óptica ha desvinculado el sufrimiento como una parte natural de la vida. Sin que se dé cabida a la importancia de entender ciertos estados emocionales (tristeza, desesperanza, enfado…) igual que otros como la alegría, que parece ser que sigue siendo el motor de búsqueda imperante de la persona.
¿Estas triste en Navidad?: Qué hacer
- No tengas el propósito de tener que ser más feliz en este periodo navideño, ni tan siquiera más solidario. Puede que estos días recuerdes a muchas personas con las que antes te juntabas y ahora no es posible el poder hacerlo (o bien porque han fallecido o porque se encuentran lejos). Es normal por tanto, que te encuentres triste en navidad y que incluso no te apetezca celebraciones. Permítete tener tales sentimientos e incluso poder tomar la decisión de elegir si juntarte o no con las personas que consideres.
- Regalar es un refuerzo que puede resultar reconfortante tanto para la persona que emite la acción como el que recibe el obsequio. Pero no por gastar más, o por hacer un número mayor de regalos, el efecto se multiplica. Tener en cuenta que incluso los niños en ocasiones reciben tal bombardeo de paquetes, que al final no son capaces de valorarlos, llegando incluso a sentirse abrumados. Cuidado con los que pueden realizar aprovechando estos días un exceso de consumo para calmar la ansiedad o incluso para poder sentirse mejor.
- Busca tus espacios para conectarte con lo que te importa. Si en ocasiones quieres tener tu tiempo de soledad, no dudes en hacerlo. Habla con las personas cercanas sobre lo que sientes y defiende tu derecho a sentirte del modo que sea. No prestes atención a expresiones como “ya está éste que no le gustan estas fiestas y que incluso las eliminaría del calendario…”
- En la medida de lo posible , trata de juntarte con las personas que realmente son importantes en tu vida, incluso habla abiertamente con tu pareja sobre dónde y con quiénes pasar las fiestas. Es muy común que un motivo de conflicto conyugal sean las familias políticas, en tanto que no siempre nos sentimos cómodos con las mismas. Y una buena comunicación con nuestro compañero, puede ayudarnos a programar los días de tal forma que ambos estemos en la medida de lo posible satisfechos.
- No es tanto la cantidad sino la calidad de los encuentros. En estos días es muy habitual hablar de todas las cenas de familia, amigos… que tenemos. Y parece que cuántos más nos juntemos, mejor. Y a veces más vale un núcleo, más pequeño y más íntimo si con éstos nos sentimos cómodos.
- “Las comidas parece que cuanto más copiosas mejor y el alcohol que no falte”. No es estrictamente necesario que todo sea a lo grande. Es lo que siempre nos han querido vender, pero no olvides que no deja de ser el mismo “escaparate” llamado de distinta forma. Siempre un control en nuestras conductas nos llevará a una vida más saludable, en cuanto a que no estaremos presos de la impulsividad en la que nos vemos avocados todos estos días. Párate a saborear una buena comida y por qué no, de una buena bebida porque de esta forma disfrutarás más el momento presente, y puede que ahora en estos días sí puedas disponer del tiempo para poder hacerlo.
En definitiva, “vive tu Navidad”, sin que ésta tenga que ser maravillosa y hermosa, porque la vida nos demuestra cada día que ésta no siempre es así. Date permiso para reír, pero también para llorar cuántas veces quieras y así entender que no hace falta encontrarnos bien, sino validarse en todo momento como uno se siente, sin juzgarte por ello y entendiendo que vivir tiene una parte que nadie te explica: que el sufrimiento es igual de importante o más que la felicidad.
Autora Silvia Fernández (Psicóloga de Psicomaster)
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