Actualizado por última vez el 2 septiembre, 2025
Redactado por Mª Jesús Andrés Pérez
Algo que observamos los psicólogos con frecuencia en terapia es que muchas personas llegan a consulta sin tener claro cuál es la función de un psicólogo, si realmente vale la pena hacer terapia o si “hay que estar loco” para empezar un tratamiento.
Suele pensarse que solo acuden quienes tienen problemas evidentes como depresión, ataques de ansiedad, fobia social o un TOC. Sin embargo, también es común que haya personas que, sin un diagnóstico concreto, no se sientan bien en su día a día y aun así no den el paso de acudir al psicólogo.
Esto refleja la poca importancia que todavía se le concede al cuidado de la salud mental. En el caso de los problemas físicos no dudamos en pedir ayuda: vamos al médico, tomamos medicación, hacemos fisioterapia, ejercicio, rehabilitación o reposo si algo nos duele, aunque no sea grave. Con la mente, en cambio, muchas veces no actuamos igual, aunque el malestar nos perjudique y limite nuestra capacidad de disfrutar la vida.
En este artículo vamos a explicar los mitos más comunes relacionados al psicólogo y relataremos el testimonio real de una paciente que refleja a la perfección el proceso terapéutico.
Mitos frecuentes antes de ir al psicólogo
“¿Hay que estar ‘loco’ para hacer terapia?”
Uno de los prejuicios más extendidos es pensar que solo quienes tienen un trastorno mental grave acuden al psicólogo. La realidad es distinta: muchas personas buscan terapia para aprender a manejar el estrés, mejorar sus relaciones, superar una ruptura, conocerse mejor o tomar decisiones importantes. La terapia es un espacio de apoyo y crecimiento, no un “último recurso” para casos extremos.
“Ya soy así, no puedo cambiar”
Es habitual creer que nuestra forma de pensar, sentir o comportarnos es inamovible. Sin embargo, la psicología demuestra que las personas podemos aprender nuevas estrategias y modificar patrones que nos generan malestar. No se trata de convertirnos en alguien diferente, sino de descubrir herramientas para vivir con más bienestar y menos sufrimiento.
“No me pasa nada grave”
Otra creencia común es restar importancia al malestar porque “no es tan grave” o “hay gente que está peor”. Pero el sufrimiento no se mide por comparación: si interfiere en tu vida o te impide disfrutar, merece atención. Muchas personas llegan a consulta sin un diagnóstico concreto, simplemente porque sienten que algo no va bien y quieren estar mejor. Reconocer esa necesidad es un acto de cuidado, no de debilidad.
Si estás sufriendo, vale la pena hacer terapia
Aunque en muchas ocasiones pensamos que “no nos pasa nada”, la realidad es que muchas personas sufrimos en nuestra vida cotidiana. Sufrimos de manera constante, a veces por cosas diferentes y otras veces siempre por lo mismo. Si miramos hacia atrás, puede que nos cueste recordar momentos en los que nos hemos sentido realmente tranquilos o felices.
¿Por qué cuando sufrimos físicamente no dudamos en buscar ayuda, y con el malestar emocional sí? ¿Acaso nuestra mente no forma parte del cuerpo? ¿Es menos importante?
En terapia, nuestros psicólogos suelen explicar que el proceso consiste, en gran medida, en aprender a conocernos mejor: detectar en qué áreas tenemos dificultades y entrenar nuevas formas de pensar, sentir y actuar para sufrir menos. No se trata de no sufrir por nada (la vida está llena de momentos difíciles en los que será inevitable e incluso necesario y saludable), sino de observar si tenemos tendencia a sufrir de manera habitual por las mismas cosas sin poder remediarlo.
La mejor manera de entender esto es mostrando la experiencia de una paciente que acudió a terapia psicológica simplemente porque sufría y no sabía qué le pasaba.

Testimonio real sobre el proceso
Comencé la terapia psicológica hace poco más de un año. Parece mentira todo lo que he aprendido y todo lo que ha cambiado mi forma de ver las cosas. Nunca pensé que pudiera servirme de tanto la verdad. Pero ¿por qué voy a terapia? ¿Qué me llevó a tomar esa decisión? La verdad es que llevaba bastante tiempo, no sabría decir cuánto, pensando que no entendía por qué no era feliz. Sufría por todo y de manera casi constante. Le daba muchas vueltas a todo, y parecía que hiciera lo que hiciera y pasara lo que pasara, yo nunca estaba conforme.
Soy excesivamente perfeccionista, muy exigente conmigo misma y con los demás. Eso llevado al extremo, daba lugar a que nunca estuviera contenta conmigo misma, con lo que hacía o con lo que pensaba, pero tampoco estaba contenta y conforme con lo que hacían los demás.
No era feliz, no conseguía disfrutar de las cosas. Si alguien se portaba bien conmigo, me ayudaba, me regalaba algo…, yo desconfiaba. Nunca pensaba que lo hicieran por mí, sino por algún interés ajeno a mí misma. Supongo que en el fondo pensaba que no me merecía ser bien tratada, y además ¿cómo iba yo a aportarle nada a nadie? ¿a quién podía interesarle yo? ¿por qué se portaban bien conmigo? Sí, yo no me quería ni me valoraba nada, y en consecuencia me costaba creer que alguien pudiera quererme o valorarme.
Pero ¿por qué? No le encontraba lógica alguna. Tengo salud y no tengo ningún defecto físico ni mental preocupante. Tengo una familia estupenda que me quiere tal como soy. Mis padres viven y disfruto de ellos. Tengo algunos buenos amigos, y no me cuesta conocer gente y pasarlo bien. Puedo hacer las cosas que me gustan, como viajar, hacer deporte, bailar , salir a cenar , ir al cine , al teatro, a algún concierto…
Llevaba tiempo con esta idea en la cabeza: ¿ por qué no soy feliz ? y ¿ por qué sufro tanto ?. Tuve una situación que me generó gran nivel de ansiedad y sufrimiento y esa fue la gota que colmó el vaso, lo que me hizo dar el paso. Se lo conté a una amiga y ella me animó a ir a terapia psicológica. Me habló de lo bien que le había ido a ella y me dio el “empujoncito“ que me hacía falta. Nunca se lo agradeceré lo bastante.
Necesitaba un “empujoncito“ porque la verdad, esto de la psicología no es algo “palpable “. No es como cuando te haces una herida o te duele algo “físico “y el médico te cura. Cuesta confiar en que alguien vaya a ayudarte en algo tan etéreo. Además yo había tenido un par de experiencias, no muy buenas con psicólogos y eso me hacía no estar receptiva al tema de asistir a terapia psicológica.
Sin embargo, mis experiencias anteriores fueron muy breves, de una visita, y yo no estaba nada mentalizada ni convencida del tema. Creo firmemente que para acudir a terapia psicológica como para casi todo en la vida, sobre todo lo que nos supone un esfuerzo, hay que estar convencido de ello para que dé resultado.
En esta ocasión estaba convencida de que tenía que haber algo que pudiera ayudarme a sufrir menos y ser más feliz. Decidí ir a ver a Ana. De la primera sesión ya salí muy contenta porque ella había sido capaz en una hora de saber muchas cosas acerca de mi forma de ser.
Me preguntaba y dirigía mi conversación hacia aquellos acontecimientos de mi vida que ella consideraba que la ayudarían a saber por qué yo no era feliz y porqué sufría sin motivo aparente. Me definió como perfeccionista, exigente conmigo misma y con tendencia a obsesionarme. Además me dijo que por mi forma de ser me cuesta mucho relajarme y descansar. ¡Acertó en todo! Me quedé sorprendida y gratamente impresionada. Salí cansada de la sesión, cosa que no me ocurrió las otras veces, supongo que por el esfuerzo mental que con su dirección y ayuda tuve que hacer para contestar a sus preguntas.
Sin dudarlo, me puse en sus manos, y eso he de decir, que ha sido uno de los mayores aciertos de mi vida. ¿Qué poco caso le hacemos a la «cabeza»verdad?. Me he dado cuenta de que es posible ser más feliz de lo que soy y sufrir menos de lo que sufro.
En ocasiones no me apetecía hacer los “deberes”, analizar las cosas, pensar, y algunas sesiones no han sido fáciles . En alguna ocasión estuve a punto de tirar la toalla, por terapia psicologicacansancio, por no querer tratar algún tema… pero he seguido adelante por mí, porque sabía que el esfuerzo tendría su recompensa.
Aunque sigo siendo yo, soy yo pero más feliz y sufro menos. He aprendido muchas cosas. En primer lugar me conozco mejor que antes, y comprendo mejor mi forma de ser y de sentir. Eso ha hecho que mi nivel de exigencia haya bajado y ahora me quiero y me valoro más que antes.
Antes solo me recriminaba por mis errores y nunca me felicitaba por mis aciertos. Cada vez pienso más en mí, y no en lo que creo que pueden esperar los demás de mí. Cuando hago lo que yo quiero hacer, soy más feliz. Además mi relación con la gente en general ha mejorado. Creo que eso es consecuencia de que yo he cambiado mi actitud con los demás. Ya no soy tan exigente, trato de ponerme más en su lugar y no estar a la defensiva. Creo que eso lo notan y por eso su comportamiento conmigo también ha cambiado.
He mejorado mi comunicación con todo el mundo y eso es muy positivo. Soy capaz de mostrarme como soy, mucho más que antes, porque tengo menos miedo a “no gustar “a los demás. La seguridad en mí misma claramente ha aumentado.
Ya no tengo esos “prontos “que tenía de forma tan habitual en el entorno familiar, donde casi todo se perdona. Están sorprendidos y encantados con mi comportamiento. Yo también la verdad, porque disfruto más de la familia y no acabo enfadada cada vez que hay una reunión familiar.
Ahora valoro mucho más TODO. Cuando veo que me voy a venir abajo por algo, soy consciente de ello, y trato de afrontarlo y de verlo de forma positiva, tratando de que me afecte lo menos posible. Ya tengo muy pocos momentos de ansiedad y cuando los tengo el nivel es muy bajo.
Creo que he aprendido muchas cosas, pero sobre todo he adquirido herramientas para poder afrontar situaciones que antes me generaban mucha ansiedad e inseguridad. Con la terapia no he alcanzado la perfección, ni lo pretendo. Sigo “saliéndome del tiesto” de vez en cuando, y sigo cometiendo errores. Pero cuando lo hago sufro menos, y eso es lo que importa. Se trata de intentar ser lo más feliz posible y sufrir lo menos posible.Creo que todo el mundo debería ir en alguna ocasión al psicólogo.
¡Todos podemos conocernos más y ser más felices!
¿Cómo saber si la terapia puede ayudarte?
Puede que la terapia sea una opción adecuada si te reconoces en alguna de estas situaciones:
- Te sientes atrapado/a en un malestar que se repite y no sabes cómo gestionarlo.
- Das muchas vueltas a las cosas y esto interfiere en tu descanso o concentración.
- Aunque “todo parece ir bien”, te cuesta disfrutar o sentirte satisfecho/a.
- Tus relaciones se resienten por enfados frecuentes, autoexigencia o desconfianza.
- Has intentado cambiar por tu cuenta, pero vuelves a los mismos patrones.
- Notas ansiedad, tristeza o irritabilidad que afectan a tu día a día.
- Intuyes que necesitas un espacio seguro donde poder hablar sin juicios.
Si te interesa saber más sobre el tema, te dejamos otros artículos que también te pueden interesar:
En Psicomaster contamos con un equipo de psicólogos ampliamente cualificados y con años de experiencia que te ayudarán a resolver cualquier duda. Ponte en contacto con nosotros y empieza tu camino hacia el bienestar mental.
Preguntas frecuentes sobre si vale la pena hacer terapia
¿Qué tan recomendable es ir a terapia psicológica?
La terapia psicológica es recomendable siempre que una persona sienta malestar, inseguridad o dificultad para manejar situaciones de su vida. No hace falta tener un trastorno grave para beneficiarse: muchas personas acuden para mejorar la autoestima, gestionar mejor las emociones, resolver conflictos o aprender a relacionarse de otra manera. En general, es una herramienta útil de autoconocimiento y crecimiento personal, además de un tratamiento eficaz en casos clínicos concretos.
¿Cómo saber si la terapia vale la pena?
La terapia suele “valer la pena” cuando el sufrimiento interfiere en tu bienestar y no encuentras recursos propios para superarlo. Señales comunes son: dar vueltas constantes a los problemas, sentir que nada es suficiente, tener ansiedad o tristeza frecuentes o notar que tus relaciones se ven afectadas. El valor de la terapia está en ofrecer un espacio seguro donde comprender qué ocurre, entrenar nuevas herramientas y aprender a vivir con mayor equilibrio.
¿Puede la terapia realmente cambiar a alguien?
Sí, la terapia puede facilitar cambios profundos, aunque no convierte a una persona en alguien “totalmente diferente”. Más bien ayuda a transformar patrones de pensamiento, emociones y conducta que generan sufrimiento. Esto permite que la persona se relacione mejor consigo misma y con los demás, aumente su confianza y viva con más bienestar. El cambio no es instantáneo, requiere compromiso y constancia, pero los beneficios suelen ser significativos y duraderos.
Psicóloga colegiada M-16821
· Fundadora del Centro de Psicología Psicomáster
· Certificado Europeo de Clínico experto en EMDR por la Asociación EMDR Europa
· Experta en Apego y Disociación, Trauma e Integración de los estados del yo
· Certificado de Especialista en Psicoterapia acreditado por la Federación Europea de Asociaciones de Psicólogos (EFPA)
· Máster en Psicología Clínica Cognitivo- Conductual- Social
· Tutora Profesional de Prácticas en el Máster en Psicología General Sanitaria en la Universidad San Rafael - Nebrija
· Docente de práctica clínica, colaborando con varios Máster de la Asociación Española de Psicología Clínica Cognitivo Conductual
· Certificado Europsy de Especialista en Psicoterapia
· Medalla de Oro Foro Europa 2001
· Miembro de la Asociación EMDR-Europa
· Psicoterapeuta acreditada por la Asociación Española de Terapia Cognitivo-Conductual-Social (ASETECCS)
· Licenciada en Psicología por la UNE







Me interesa mejorar mi autoestima, poder expresar lo que siento y me sienta valorada, no estar a la expectativa de que les guste a mis familiares lo que hago, que mejore mi relación con mi pareja ya que é sufrió una separación y fácilmente se exalta y suele ser violento. Necesito orientación y ser escuchada.
Gracias por su atención.
Hola Liliana, estamos para ayudarte con esas dificultades. Te he enviado un mail con la información sobre la terapia. Espero conocernos pronto. Un saludo,