Afrontar los cambios: Diferencias entre sexos. ¿Qué hacer ante la incertidumbre?
La situación de crisis económica y social en la que se encuentra sumergido nuestro país y la flexibilización paulatina a la que se ha sometido el mercado laboral, vienen generando desde hace años, y con más intensidad en los últimos tiempos, un estado general de incertidumbre, entendiendo ésta como la desconfianza de la ocurrencia de un resultado esperado (Rosen, Ivanova y Knäuper, 2014). Esta falta de certidumbre, tan lesiva para la motivación hacia metas, viene influyendo sobre el comportamiento de los trabajadores, que trabajando bajo la amenaza de la pérdida de su puesto de trabajo, la competitividad entre compañeros y las dudas sobre la valoración de sus características como empleado, se asocia con una mayor probabilidad de desarrollar síntomas físicos y psicológicos propios de un estado de estrés (trastornos del sueño, problemas gastrointestinales, cefaleas, cambios de humor; tristeza, ansiedad, …).
¿Las personas reaccionamos igual a los estados de incertidumbre?
La respuesta es no. Mientras para algunas va a suponer el detonante de consecuencias físicas y psicológicas como las descritas, para otros la incertidumbre puede configurar el escenario adecuado para la generación de respuestas de afrontamiento, tanto a nivel personal como laboral, o para una adecuada toma de decisiones.
En relación a esto último, se observa que aquellas personas que poseen la creencia de que su capacidad como trabajador es una competencia que pueden ir desarrollando a través de la experiencia, van a desarrollar mejores estrategias reguladoras del estrés (sentido de autoeficacia, proposición de metas, esfuerzo, persistencia,…) y, en definitiva, un mayor rendimiento a largo plazo. Por el contrario, aquellas personas que orienten su trabajo y su comportamiento únicamente hacia la evitación de errores (actitud que se puede ver intensificada en tiempos de crisis e incertidumbre) van a elegir con mayor probabilidad situaciones que conlleven un menor riesgo, pero también menor posibilidad de aprender y continuar desarrollándose y el estado de incertidumbre será una cuestión a evitar a toda costa.
El sentido de autoeficacia que mencionaba líneas atrás es la percepción que uno tiene de sus capacidades para afrontar dificultades. No sólo es un recurso importante como regulador del estrés, sino que también se convierte en la motivación necesaria para persistir ante el fracaso y va a garantizar un adecuado nivel de esfuerzo e implicación en tareas complejas.
¿Pero qué diferencias encontramos entre mujeres y hombres a la hora de afrontar la incertidumbre?
A la hora de hacer frente a situaciones de incertidumbre, parece que y las mujeres se sienten menos capaces (y hablamos de sensaciones, de percepciones; no de realidad) y más angustiadas que sus compañeros varones. En la misma línea, algunos autores vienen a señalar que los hombres superan en rendimiento a las mujeres en la toma de decisiones de riesgo. Estas últimas también se muestran menos optimistas ante situaciones cargadas de emociones negativas y suelen incurrir en un estilo de pensamiento más rumiativo, que viene a actuar como un amplificador de dichas emociones negativas.
Desde la Teoría del Aprendizaje Social (teoría de que las personas aprenden nuevas conductas a través del refuerzo o castigo, o a través del aprendizaje observacional de los factores sociales de su entorno) se explica las diferencias psicológicas entre hombres y mujeres a la hora de afrontar la incertidumbre recurriendo al constructo de la autoeficacia percibida. Si se analizan los itinerarios profesionales y vitales de unos y otros, vienen marcados por la diferente socialización que reciben. Así, a los niños se les insta más hacia la competitividad, el desempeño y una clara orientación hacia el logro y el riesgo, mientras que las niñas reciben una educación y un trato en el que prevalece la tendencia a la filiación, lo emocional, el miedo y la toma de decisiones conservadora.
No obstante, habilidades como la capacidad de liderazgo, de negociación y de comunicación se encuentran más probablemente en mujeres cuando se trata de afrontar retos empresariales; aunque dentro de las organizaciones laborales sigue predominando una cultura masculina en la que se utilizan criterios vinculados al estereotipo masculino a la hora de seleccionar personas para ocupar puestos de liderazgo.
¿Qué podemos hacer ante la incertidumbre?
Primero de todo es esencial aceptar la incertidumbre como un compañero intrínseco a nuestra vida, a los cambios. Aceptando de antemano su presencia inevitable podremos reaccionar con menos alarma y angustia. Pero aceptar no significa resignarse, aceptar es una elección propia que uno hace en determinado momento con una actitud positiva, poniendo todo lo que está en su mano para asimilar positivamente la situación que se está viviendo.
Analizar con detalle y objetividad lo que está sucediendo a nuestro alrededor nos permitirá saber qué cosas podemos cambiar dentro de nuestra área de acción.
Cuidar el sueño y la alimentación, así como buscar y asegurarnos momentos para el descanso y el ocio son hábitos esenciales que debemos mantener en momentos en los que la incertidumbre y los cambios nos embargan.
Como parte de esos momentos de ocio y descanso puede ser muy positivo buscar la compañía de seres queridos con los que poder compartir la situación por la que estamos atravesando y los sentimientos que ello nos provoca. Quizás así tengamos la oportunidad de escuchar palabras de consuelo y apoyo o recibir consejos de alguien que se haya visto en una situación similar.
No obstante, si la situación persiste en el tiempo y nos estamos viendo claramente superados por las emociones y los problemas, acudir al psicólogo puede ser un buen punto de partida del camino hacia la mejora y la estabilidad.
Artículo de Guadalupe Manzano (Psicomaster)
Psicomaster
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